
La historia de la Iglesia de San Ginés
Publicado por Madrid a pie
En la sombría y antigua Calle del Arenal nº 13, se erige la Iglesia de San Ginés, un lugar consagrado a San Ginés de Arlés, mártir en la era del emperador Juliano el Apóstata. Este sagrado templo, cuyos orígenes se remontan a una humilde ermita mozárabe de finales del siglo XIII, fue transformado por los reyes cristianos de Castilla, erigiéndose en un baluarte de fe y misterio.
Cuenta una antigua bula papal de Inocencio VI, fechada en 1358, que esta iglesia, profanada por moros y judíos, necesitaba reconstrucción. Las indulgencias fueron prometidas a quienes ofrecieran limosnas para su restauración, un acto piadoso que atrajo a devotos de todas partes.

En el año 1640, el suelo traicionero bajo el templo se desplomó, arrastrando consigo la estructura sagrada. Fue entonces cuando el arquitecto Juan Ruiz fue llamado para levantar una nueva basílica, utilizando las piedras de la iglesia caída. El 25 de julio de 1645, el renovado santuario abrió sus puertas, resurgiendo como el fénix de sus cenizas.
En el atrio de la iglesia, bajo una escalera que parece descender a los mismos abismos, yace un pozo de nueve metros de profundidad. Este pozo, usado por la Inquisición para incinerar los restos de los condenados, guarda en sus entrañas las sombras de un pasado tenebroso.
En 1824, un fuego voraz consumió valiosas reliquias y obras de arte. La revolución liberal de 1868 trajo consigo planes para demoler la iglesia y construir una plaza con jardines, pero esos planes jamás se concretaron. Durante la Guerra Civil, la iglesia fue convertida en cuartel general, sufriendo impactos de proyectiles que requirieron reparaciones en las décadas siguientes.
La basílica, de planta de cruz latina, tiene tres naves con crucero y cúpula. Su entrada principal, en la Calle del Arenal, conduce a un patio cerrado que antaño fue un cementerio. Al fondo, un atrio porticado con tres arcos de medio punto, construido en el siglo XIX por José María Aguilar en estilo neoplateresco, añade un aire de solemnidad majestuosa.
Entre sus muros, la historia cuenta que Francisco de Quevedo fue bautizado aquí el 26 de septiembre de 1580, y Lope de Vega contrajo matrimonio el 10 de mayo de 1588.
Pero es en la Capilla de la Virgen de los Remedios donde se susurra el más extraño de los relatos. Allí, hasta hace unos años, los fieles podían contemplar un cocodrilo disecado de grandes dimensiones, traído en el siglo XV por Alonso de Montalbán, aposentador de los Reyes Católicos. La leyenda narra que en un viaje a América, el barco de Montalbán fue atacado por cocodrilos. Refugiados en la isla de Portobello, un gigantesco caimán les persiguió, encontrando su fin bajo un árbol caído milagrosamente. En agradecimiento a la Virgen, a quien habían invocado, trajeron el cocodrilo a Madrid y lo colocaron a sus pies.
Otra historia aún más fantástica sugiere que durante la reforma de la iglesia hacia 1300, al remover la tierra del barranco de la Zarza, apareció un cocodrilo fosilizado, un vestigio de saurópsidos prehistóricos.
Desde 1522, el cocodrilo permaneció a los pies de la Virgen, hasta que un día desapareció sin dejar rastro. Se dice que un párroco, cansado de la atracción morbosa del reptil, decidió retirarlo y ocultarlo para siempre.
Hoy, el cocodrilo sigue en paradero desconocido. La iglesia de San Ginés, envuelta en leyendas y misterios, continúa atrayendo a fieles que buscan honrar el lugar donde fueron bautizados Quevedo y Lope de Vega, sumergiéndose en el aura de una historia impregnada de fe, sombra y maravilla.
