
La morada del Diablo
Publicado por www.madridapie.com
En la lúgubre atmósfera de Madrid, donde las sombras se extienden como dedos macabros en la penumbra, se encuentra la Morada del Diablo. Hay muchas razones para asegurar que el Demonio mismo habita en esta ciudad, exhibiendo su rostro más chulesco y picaresco. Satanás no puede evitarlo; es tan castizo como La Cibeles o el Oso y el Madroño.
En el laberinto de callejuelas que forman el corazón antiguo de Madrid, existe un rincón particularmente tenebroso: el Callejón del Infierno. Este pasaje, otrora un escondite para las almas perdidas y los pecadores, debe su nombre a un terrible incendio que azotó la Plaza Mayor el 20 de agosto de 1672. Las llamas se alzaron con tal furia que bien podrían haber sido engendradas en las mismas entrañas del averno.

Cabe recordar que la Plaza Mayor sufrió tres incendios; el primero en 1631, el segundo en 1672 y el último en 1734. Tras aquel calamitoso evento, el callejón adquirió el nombre de Peso Real y en 1822, con la entrada de los guardias constitucionalistas que derrotaron a los absolutistas, se rebautizó como Arco del Triunfo en 1854.
Es irónico que este oscuro callejón, con su acceso a las profundidades del viejo Madrid —hoy convertido en un práctico garaje y refugio ocasional de mendigos—, haya sido despojado de su nombre original y siniestro. En mi opinión, debería conservar su denominación primigenia: el Callejón del Infierno.
Las casualidades, o tal vez el designio del Diablo, hicieron de este lugar la morada de dos clérigos asesinos. Uno de ellos fue Martín Merino, quien el 2 de febrero de 1852, asestó una puñalada a la reina Isabel II justo cuando esta se disponía a presentar a su primogénita a la Virgen. Martín Merino fue condenado a muerte y su fin llegó en el garrote vil.
Años después, en 1866, otro sacerdote, Cayetano Galeote, asesinó a las puertas de la catedral de San Isidro a Narciso Martínez, el primer obispo de Madrid. En el juicio, Galeote mostró un comportamiento extraño, casi demoniaco, amenazando a todos los presentes con una furia nada cristiana. Aunque fue condenado a muerte, su destino final fue un manicomio, quizás por obra del Diablo.
Con todos estos antecedentes, ¿alguien duda de dónde se encuentra la morada del Diablo en Madrid? Yo lo tengo muy claro; vive en este siniestro callejón, donde las sombras y los secretos oscuros del pasado aún susurran en la oscuridad.
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