FREE TOUR MADRID

María Mola: La Agorera

En los callejones sombríos del Madrid antiguo, donde las sombras danzaban al ritmo de susurros y la niebla se aferraba a las fachadas como un sudario fantasmal, habitaba una mujer conocida como María Mola. Apodada La Agorera, su figura era tan enigmática como el propio barrio de Las Letras, donde se decía que su espíritu aún vagaba entre las callejuelas empedradas.



María Mola no era una mujer común. Su mirada, profunda y penetrante, parecía contener secretos inconfesables, y su voz, ronca y melodiosa, susurraba promesas de futuro y advertencias de desgracias. Adivinadora y hechicera, su oficio la había convertido en una figura legendaria, venerada y temida a partes iguales.

Su pasado era un enigma envuelto en la bruma del tiempo. Algunos decían que era descendiente de una antigua estirpe de brujas, mientras que otros murmuraban que había adquirido sus poderes de fuentes más oscuras. Lo cierto era que su dominio de las artes arcanas era innegable, y su fama se extendía por toda la ciudad.

Un día, un joven fraile franciscano, atormentado por dudas y temores, se acercó a María Mola en busca de respuestas. La Agorera, con su astucia diabólica, urdió un engaño cruel para atormentar al fraile, haciéndole creer que había visto al mismísimo demonio. Aterrorizado, el fraile confesó su encuentro a las autoridades, desencadenando una serie de eventos que conducirían a la trágica muerte de María Mola.

Condenada por brujería, María Mola fue ahorcada en la plaza pública. Su ejecución, presenciada por una multitud que la aclamaba entre gritos de odio y burla, marcó el final de su vida terrenal. Sin embargo, su espíritu no encontró descanso.

Desde entonces, el fantasma de La Agorera vaga por las calles del barrio de Las Letras, buscando venganza por la injusticia que sufrió. Su presencia espectral se manifiesta en la oscuridad, con gemidos lastimeros y apariciones fantasmales que aterrorizan a los incautos.

Los lugareños susurran que su espíritu aún habita la calle que alguna vez llevó su nombre, ahora conocida como calle de Núñez de Arce. Dicen que en las noches de luna llena, su espectro se materializa junto a la antigua casa donde vivía, vigilando a los transeúntes con sus ojos vacíos y llameantes.

La leyenda de La Agorera sirve como un recordatorio de la oscuridad que acecha en los rincones más recónditos del alma humana, y del precio que se paga por desafiar las normas establecidas. Su historia, envuelta en un halo de misterio y terror, continúa cautivando la imaginación de los habitantes de Madrid, quienes aún temen pronunciar su nombre en voz alta, por temor a despertar la ira de su espíritu vengativo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *